Sandra Velázquez/HoyDallas.com
(Nota de la editora: Esta conversación tuvo lugar en Dallas, días antes del recital de Facundo Cabral en la SMU el 5 de octubre).
DALLAS -- Alguien dijo de él: "Facundo Cabral no canta para que el mundo lo escuche, sino para que el mundo se escuche a sí mismo".
Pero Cabral canta sobre todo para contar sus vivencias. Hace 50 años que empezó su peregrinaje por el mundo, acompañado de su guitarra. Es un viaje que, según explica el cantautor, lo ha llevado a más de 165 países a cantar en ocho lenguas.
Cabral, sin embargo, no se considera un artista. "Empecé a cantar por agradecimiento a Jesús", dice. "Nunca pensé que iba a ser artista ni creo que sea artista. A lo mejor por ahí escribí algunas cosas con cierta gracia y puede ser arte. Artistas son Pedro Vargas, Marco Antonio Muñiz, Armando Manzanero, Frank Sinatra, Pavarotti, Barbra Streisand, Rembrandt, Beethoven... Es que yo soy un testimonio de vida".
Asegura que le gustan las canciones de Juan Gabriel, aunque le apasiona la literautra, especialmente el tipo que de fabulaciones que solía escribir el mexicano Juan José Arreola. De hecho, dice que en ese sentido se parece más a Arreola en lo que hace en el escenario.
"A él o a cualquier cronista: vos contás historias, yo te cuento esto y vos lo publicás; yo en el escenario también cuento mis personajes, lo que pasa que en mi caso, lo que viví es real, es más que nada un documento".
Anda con la salud delicada. De ahí que hable de realizar una última visita a Dallas como parte de su gira. Lo dice con tranquilidad.
"El cuerpo ya no me quiere acompañar; el haber vivido en 40 ó 60 grados bajo cero... el cuerpo te lo cobra después".
Se refiere al largo tiempo que vivió en la Patagonia, pese a haber nacido en Buenos Aires. «Es una zona fría y todo es desierto. Muy frío, no había nada, no había cines... Por eso yo me acostumbré a vivir sin esas cosas».
Cabral ganó fama internacional con el tema "No soy de aquí", desde su natal Argentina, país que abandonó debido a las condiciones políticas y sociales que afectaban al pueblo y que él criticaba en sus canciones.
Al escoger un lugar para vivir, halló la hospitalidad en México, un país que le abrió las puertas y lo cobijó con calor humano.
"Yo le debo a México casi todo, casi todo", explica.
"Yo a veces digo mi segunda patria y no es justo: ha sido mi primera patria. México fue clave. Encontré un país que respetaba lo que yo respetaba, salvajemente, naturalmente religioso, a mí me hizo mucho bien; conviví con culturas extraordinarias, viví con lacandones, con choluluas, con yaquis, con tarahumaras... He sido realmente un vagabundo, pero un vagabundo profesional".
Cabral ha publicado libros de relatos y reflexiones que se han ganado la admiración de los lectores y la crítica. Para él, la escritura es un ejercicio cotidiano. "Escribo regularme unas nueve horas al día", dice. "Es una especie de viaje interior".
Toda su inspiración se la atribuye a Dios. "Uno está poseído por Dios. Por eso donde yo canto, el teatro se transforma en un templo y la gente sale mejor de lo que entró, pero no por mí, por la protagonista de mi concierto, que es la vida; mi concierto es poca música y muchas palabras, soy más que nada un narrador; hay noches en que no canto ni una sola canción, hay conciertos que ni siquiera llevo la guitarra".
Sus apreciaciones van más allá de la religión y están siempre salpicadas con un buen sentido del humor. De Estados Unidos, por ejemplo, dice que "es la capital del mundo porque aquí hay lo mejor y lo peor: está el cáncer y está la primavera. Y pasan tantas cosas por la convivencia de tantas culturas".
Le agrada mucho el trato que reciben las personas mayores en suelo estadounidense, donde siempre hay espacios reservados para que se abran camino en lugares públicos, o "en los aeropuertos, porque siempre me ayudan a acomodarme o desplazarme". En América Latina, se queja, los ancianos son un desecho, "aquí no".
No cree en las fronteras y rechaza que alguien se sienta extranjero fuera de su país, «pues todos formamos parte de un solo universo». Cree que "el dinero debería tener fecha de vencimiento", para que circule.
Sandra Velázquez es periodista, traductora y editora. Desde el 2002 escribe sobre deportes, música popular, entretenimiento y temas de actualidad. Escríbele a svelazquez@hoydallas.com.