Por Ignacio Guevara
Maldita sea, en este calor todo el mundo anda con las ventanas cerradas, así no puedo hablarle a la gente, porque ahora estoy obligado a eso, a hablarles, antes sólo con enseñar el muñón en mi pierna bastaba, pero ya perdió efecto. Y yo no me veo sucio, algo que siempre he cuidado, porque es un disgusto cuando un hediondo se le acerca a uno a la ventana. No, yo respeto, aquí en esta esquina siempre vengo bañado, además yo nunca he tenido necesidad de pedir, los que paran en este alto lo hacen porque les da la gana. A ver, ahí viene un carrito, pequeño, sucio, lo dudo, momentito, pero trae la ventana abierta… bingo. Se detiene al frente, nos saludamos con las cejas, busco qué decirle, no quiero; ya notó que solamente tengo una pierna, y nada, no hay movimiento que indique búsqueda, aunque sean monedas, a ver… a ver, qué me invento, qué carajos le digo, el carro se ve bien, ninguna llanta desinflada, las dos placas en su lugar, lo tengo.
—Oiga amigo su inspección ya venció hace dos meses— gracias Dios por iluminarme, con ésta le saco un billete, lo merezco.
—Tiene razón, no me había dado cuenta.
Yo sé que no te habías dado cuenta, por eso no me puedes negar un maldito billete, vamos, qué es un maldito billete para vos…estoy esperando. Al semáforo le quedan pocos segundos, y no veo ninguna seña; sigue viendo con una sonrisita de idiota el volante, sintiendo como le clavo la mirada, yo se que estás pensando en dármelo.
—Gracias.
—De nada.
De nada, eso de nada, nadaaaaaaaa; ya no es como antes, nada funciona, ni la amputación, ni ayudar, como lo que estoy haciendo ahora con este maldito miserable, si lo agarran con la inspección vencida le meten una multa de todos los diablos, hasta cárcel le pueden dar; no entendés que te estoy ahorrando esa plata, lo que pido es un dólar, uno solo; y lo seguís pensando. A ver…a ver, ya lo tengo.
—Con un marcador le hace dos pancitas al tres y queda hecho un ocho, así tiene dos meses para pagarlo.
—Buena idea, no está mal. Adiós
No me quise despedir, estuve a punto de reventarle mis muletas en su parabrisas; andáte tacaño.
Debí darle auque fuera un dólar, se lo merecía, si no me dice lo de la inspección muy probable que pasaran días antes de que lo notara, pero la verdad de qué sirve, a él no le va a cambiar la vida por una limosna, y yo en el fondo creyéndome el muy bueno por tan generoso gesto; pero aquí la cosa es diferente, él me ayudó y yo no fui capaz de devolver la parte que me tocaba del trueque. Trueque, así es como debería funcionar el mundo, a punta de trueques.