Por
Sandra Velázquez (pensando en voz alta)
El presidente Barack Obama recibió la distinción del Nobel de la Paz antes de cumplir un año en su puesto en la Casa Blanca y lo hizo, irónicamente, con una retórica justificación de la guerra, en particular, del conflicto en Afganistán, advirtiendo que en el camino hacia la paz "algunos matarán y algunos serán muertos".
En un discurso de aceptación con tintes altamente políticos, -es un presidente en plenas funciones- Obama alabó a Mahatma Gandhi y a Martin Luther King Jr., pero sólo para subrayar que "un movimiento no violento no podría haber parado los ejércitos de Hitler", añadiendo que las negociaciones no pueden convencer a los líderes de Al-Qaeda para que abandonen las armas.
Su elocución también incluyó un apartado para mencionar las circustancias es las cuales, la guerra es justificada: "cuando es 'en defensa propia', para asistir a una nación invadida, o en terrenos humanitarios como cuando los civiles son asesinados por su propio gobierno".
Y he aquí la distancia abismal entre un jefe de Estado y un libre pensador y pacifista como el gran Ghandi, quien lideró una resistencia estoica pero pacífica en la India ante la intervención británica, promoviendo siempre la paz, aunque no era un santo ciertamente, pero su filosofía perdurará por muchas más décadas, por haber liderado un movimiento que jamás justificó la violencia.
El legado de Obama, por otra parte, aún está por verse. En su primer año de gobierno, al margen de la crisis económica por la que atraviesa el país, la imagen de Obama se ve ensombrecida por la promesa incumplida de promover una reforma a las leyes migratorias estadounidenses.
Quienes no conocen los verdaderos estragos de este vacío legal en el sistema migratorio en los EE.UU., aún siguen creyendo que el tema puede esperar, pues el presidente está bien ocupado con la economía, la reforma de salud y las dos guerras. Lo que no saben es que esa inacción ha hecho crecer una crisis humanitaria que no ha alcanzado a tocarle el corazón a los políticos que promueven las leyes, pues hay mil y un historias que contar, con dramas, algunos crudísimos para poder ser digeridos en la mayoría de los casos.
Existen madres que han perdido a sus hijos al ser detenidas por autoridades de inmigración, al ser esos pequeños cedidos en adopción sin el consentimiento de sus progenitoras; los casos han sido perfectamente documentados por el New York Times y Univision. Además, se sabe del doloroso silencio que guardan los que sin documentos con que defenderse, callan ante la impunidad y el acoso en su vida cotidiana.
Si esos hechos no sirven para llamar la atención como problemas domésticos de urgencia vencida, (y de tinte humanitario) entonces es inimaginable qué están esperando las autoridades para emprender de una vez por todas el camino directo hacia una reforma migratoria justa.
Regresando al tema original, lo que son las cosas, aunque fue nominado al Nobel de la Paz en cinco ocasiones, entre 1937 y 1948, Ghandi nunca recibió tal distinción.
Sandra Velázquez es periodista, traductora y editora. Desde el 2002 escribe sobre deportes, música popular, entretenimiento y temas de actualidad. Escríbele a svelazquez@hoydallas.com.