Por Sandra Velázquez
ARLINGTON -- La devoción por la Virgen de Guadalupe no conoce horarios ni distancias. Si en México se reportan cada año miles de peregrinajes desde pueblos remotos a la ciudad de México, hogar de la Basílica de Guadalupe, en el área de Dallas y Fort Worth los guadalupanos también se las ingenian para unirse al tradicional festejo en honor a la Madre de Dios, según la fe católica.
"Ella es la virgencita, la madre de todos los mexicanos y los latinoamericanos... nosotros creemos mucho en ella", dice Oscar Trujillo, mexicano de Monterrey, que junto con su familia acudió por la tarde a la iglesia de San Mateo en Arlington, con motivo del día de la Virgen de Guadalupe.
Los Trujillo, además de vivir en Euless, en donde hasta ahora no han localizado una comunidad católica, no pudieron unirse a la celebración de las mañanitas a la Virgen o a festejos tempranos, pues trabajan durante la noche y duermen en el día.
Pero ello no fue impedimento para que acudieran a presentar sus respetos a la Virgen, llevando a sus hijos pequeños, Lucy y Enrique Trujillo, vestidos de inditos.
"Es en agradecimiento por todo lo que tenemos", dice Claudia Cabello, esposa de Oscar, "por lo que nos ha ayudado, tenemos mucha fe.
De los 12 años que lleva en Estados Unidos, la pareja ha pasado los últimos dos en Texas, luego de vivir por largo tiempo en Chicago, ciudad que en su opinión, tiene mucho más iglesias católicas.
Sobre su fe guadalupana, Oscar cree que en el extranjero se le ha arraigado más.
"Somos un poco todavía más (fieles) que los que están en México...ellos no sienten tanto a México como nosotros porque estamos fuera, y ellos como están ahí, uno (acá) como que extraña y trata de llevar lo mexicano siempre", apunta.
Tanto Claudia como Oscar trabajan transportando diesel, una carga muy peligrosa, reconoce ella. Además de hacerlo por la noches, entonces, antes de salir a conducir es cuando se encomiendan, siempre, con la plegaria de "virgencita ayúdame", menciona Claudia.
Oscar insiste en que al hacer un recuento de los logros del año que está por terminar, no tienen otro sentimiento que el agradecimiento.
"No hay nada de qué quejarse y hemos conservado nuestro trabajo", recuerda.
No obstante, advierte que en la actualidad, la juventud parece olvidar el hábito de agradecer y lo importante que es preservar este hábito.
"Cuando no había mucho para comer", de niño, dice Oscar, "nos conformábamos con una sandía que nos llevaba mi papá y ahora, cuando les llevas regalos a tus familiares, ay sí, gracias, dicen, pero no se siente un sentimiento de gratitud genuino, de verdadera emoción".
Claudia por su parte, tampoco deja de agradecer, "estamos bien, con salud, gracias a Dios".
Son tan afortunados, que sus hijos todavía pueden usar los trajes de inditos que llevaban en Chicago, lo cual, representó para ellos, una tarea menos en su tradicional celebración de cada 12 de diciembre.