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martes, 24 de noviembre de 2015

Acción de Gracias por los humildes (Maribel Hastings)


Llega otro Día de Acción de Gracias sin reforma migratoria, con el futuro de las acciones ejecutivas migratorias temporales en vilo y rumbo a la Corte Suprema en año electoral; con una campaña presidencial marcada por la xenofobia y el prejuicio de parte del bando republicano, con ataques terroristas en el extranjero y amenazas domésticas que alborotan el avispero racista en casa.

Mi isla, Puerto Rico, es arropada por una crisis económica y humanitaria que ni a Estados Unidos, de quien es colonia, ni a los aspirantes a presidir esa nación a partir de 2017, parece importarles un comino, a menos que vengan a buscar dinero para las arcas de campaña entre los sectores privilegiados.

Ante un panorama tan negativo no parece haber razones por las cuales dar gracias. Pero no es así. He aprendido a dar gracias en medio de la mayor oscuridad, no sé si por experiencia de vida o como mecanismo de defensa.

Hace un par de años, en 2013,  toqué este tema en otra columna cuando había esperanzas de que la Cámara Baja de mayoría republicana abordara la anhelada reforma migratoria. No ocurrió. Ante el tranque, y un año después, el presidente Barack Obama giró las órdenes ejecutivas migratorias DAPA y DACA ampliado que el pasado viernes 20 de noviembre cumplieron un año de ser anunciadas. Tras el bloqueo encabezado por gobernadores republicanos para evitar su entrada en vigor, el caso se encamina ahora al máximo tribunal de la nación.


Quienes se beneficiarían de las acciones ejecutivas, particularmente de la  Acción Diferida para Padres de Ciudadanos (DAPA), arriban a esta celebración de Acción de Gracias con la misma incertidumbre, pues aunque presuntamente no sean prioridad de deportación, la amenaza persiste.

Y como en cada ciclo electoral, los indocumentados vuelven a convertirse en el balón favorito de políticos y la xenofobia se intensifica cuando se suscitan actos terroristas como el de París, pues son utilizados para atizar el odio y el prejuicio. Todos se mezclan: terroristas con indocumentados e inmigrantes establecidos y con refugiados que huyen de la misma amenaza y violencia que queremos evitar para nosotros.

Esos mismos políticos son los que se sentarán este jueves a dar gracias a un Dios al que desoyen el resto del año y cuyas enseñanzas de compasión pisotean constantemente.

Yo daré gracias y seguiré rogando por los míos; por muchos activistas que siguen apostando a una solución migratoria favorable ante un campo minado; porque este país no permita que sus temores resulten en el ascenso de políticos que se alimentan del odio y del prejuicio; y, sobre todo, rogaré por un pronto alivio para esos inmigrantes que siguen apechando ante la adversidad, y daré gracias por su humildad, sus manos, su trabajo y sus contribuciones que tanto ayudan y engrandecen a nuestras comunidades y a nuestra nación.

En palabras de José Martí: “La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes”.

Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.

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