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sábado, 28 de noviembre de 2015

En gratitud por "el fenómeno que se estrelló contra las montañas"


Por Sandra Velázquez 
Hace poco más de un mes la zozobra decidió colorearse de verde, blanco y rojo. Fueron varias horas durante las que millones de corazones se unieron en una plegaría gigantesca a través del ancho universo de las redes sociales y también en privado, como suele orar mucha gente, en anticipación a Patricia, quien de la noche a la mañana estaba en boca de todos en la Republica Mexicana y más allá de sus fronteras. Temerosos, muchos, ante la furia de la naturaleza pedían clemencia para el occidente del país frente al potencial poder destructor de un huracán de categoría 5 que se perfilaba con los peores pronósticos hacia las costas del Pacífico mexicano. Era casi imposible no inquietarse.

Pero, sorpresa, el golpe fulminante nunca llegó; el huracán de una fuerza nunca antes registrada tocó tierra pasadas las 6 de la tarde del viernes 23 de octubre sin causar los daños catastróficos que tantos temían. La embajada de Estados Unidos en México había lanzando una alerta general para sus ciudadanos que viven en Puerto Vallarta y lugares aledaños, el presidente Barack Obama se había solidarizado con el pueblo mexicano ante una inminente tragedia internacional...

En un artículo de la revista Time, Justin Worland explicó que una de las principales razones por las que el azote de Patricia no fue de dimensiones apocalípticas fue el confinamiento de sus vientos, que en vez de expanderse y arrasar con la furia propia de un meteoro de máxima categoría permanecieron internados dentro de una estrecha área. El experto también señaló que la mansedumbre (para expresarlo con humildad -e inmensa gratitud) de Patricia obedeció también a que tocó tierra en una región con una población relativamente escasa.

El terrereno montañoso (La Sierra Madre Occidental) contribuyó a que durante su avance, el huracán se debilitara rápidamente, de acuerdo a la opinión de los especialistas en la materia. "El fenómeno se estrelló contra las montañas, lo cual frenó completamente su circulación", explicó Dennis Feltgen, meteorólogo del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos.

El lugar que recibió más de cerca el temido golpe de Patricia, en esa tarde de incertidumbre para millones de mexicanos y otros muchos de diferentes nacionalidades, fue Cuixmala, un sitio pequeño reservado casi para el turismo en una zona medianamente escondida del Océano Pacífico. El centro del huracán se hizo sentir ahí con vientos de 165 millas por hora.

Después de todas esas explicaciones y del buen manejo de emergencias del gobierno ante el colosal peligro que suponía Patricia, pensé que era justo reflexionar en gratitud por el amparo divino del que fue objeto nuestro querido México, aunque dicha afirmación científicamente sea completamente refutable: Doy un millón de gracias, entonces, por toda esa combinación de circunstancias que evitaron un nuevo golpe a un país que ya se merece un mejor destino.


Sandra Velázquez es fundadora y editora general de HOY Dallas. 

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