POR MICHELLE MENACHE
Qué lindo es poder compartir mi voz con el mundo entero, cuando en cuestión de minutos grabo una canción y en seguida la puedo publicar en mi muro del Facebook o convertirla en un video, con título y créditos en YouTube. Qué impresionante, pienso, es el poder conectarse por medio de un aparato tecnológico a segundos del mundo entero, y vivir la magia de que si ocurre un fenómeno en Vietnam nos enteramos al instante. La hermosa escena de ver a tu abuela desde la cocina recargada sobre el gabinete y revisando si tiene mensajes en su cuenta del Face. La rara idea de "amor de lejos, amor de Skype"; y también la odiosa idea de no poder ir de vacaciones y decir: “no me busquen, haya no tendré señal”, porque ya no hay excusa, (–Sí, cómo no, usa tu WhatsApp- me diría mi padre).
El WIFI se ha convertido en un gran alivio, pero también en un milagro mal usado por mera desesperación de seguir conectados, me parece. ¿Y cual es el afán? Esa nueva costumbre de estar pendientes cada 30 minutos de lo que hay de nuevo en el mundo o de quién está al otro lado del Facebook y todas las demás redes sociales... ¿Seremos humanos en una gran sala psiquiátrica detrás de un inmenso espejo, siendo vistos y estudiados por miles de marcianos? ¡Espero que no! Y de ser así, espero “ser popular” entre ellos y que no vengan por mí cuando estoy dormida. Después de decir esto, tengo miedo y me siento algo desviada de la idea principal de este blog: la sobreexposición del internet y la adicción a la constante conexión.
Yo también tengo la mala costumbre de caminar por la vida viendo el teléfono, de entrar a comprar un café y ni siquiera poder apreciar todo lo bonito a mi alrededor: el lugar, la gente, las luces, la música.
Este nuevo “trend” de los celulares nos hace menos perceptivos a lo divino, lo espiritual. Los videos que se vuelven "virales" nos conectan, pero no es lo mismo que verlos en vivo y apreciar la magia que aún existe a nuestro alrededor. Antes, con más facilidad la gente reía y platicaba, aunque fuera entre dos perfectos extraños, convivían y se divertían sin ni siquiera percatarse que algo en un futuro los tendría esclavizados a una pequeña pantallita.
“Platican y ríen”, dos verbos que si seguimos por el mismo camino se harán obsoletos, porque en un futuro no muy lejano se convertirán en “chatear y salir al paso con un lol, lol, lol". Hasta hacer amigos en un bar ya es algo que suena extraño, ¿por qué? Porque ahora la gente se arregla con las mejores garras de diseñador, salen y solo se divierten tomando fotos desde su iPhone con un selfie, dos selfies, tres, cuatro, etc.
Solo nos queda estar alertas para no dejar que la siguiente generación también pierda la sensibilidad y la consideración y lo hermoso de poder conversar con alguien poniendo atención y darte cuenta del milagro de una conexión genuina de esas que disque hace el destino.
Michelle Menache es una cantante y compositora de Ciudad Juárez/El Paso que actualmente vive en Dallas. Para contactarla: naranjabohemia@gmail.com
PUBLICIDAD
martes, 12 de agosto de 2014
La conexión que nos desconecta (Michelle Menache)
at
1:54 p.m.
Labels:
Ciudad Juárez
,
Dallas
,
El Paso
,
Facebook
,
Michelle Menache
,
Naranja Boehmia.
,
Skype
,
WhatsApp
,
Wifi
,
YouTube