Por Sandra Velázquez
Me parece contradictorio, que siendo asuntos tan lejanos y fuera de nuestro alcance, en una conversación casual no tengamos el empacho en opinar que falta mucho para que alguien venga y le de una buena tunda a un pugilista filipino que últimamente se ha vuelto invencible o que lamentemos el divorcio de una pareja de actores que por razones personales ha decidio separarse, o también, es innegable que muy pocos se quedan callados cuando la selección de balompié mexicana o de cualquier país de América Latina se juega un pase para calificar al Mundial de Sudáfrica, como si en sus manos estuviera manipular los resultados.
Ya sea por apatía o ignorancia, sólo pequeñas fracciones del grueso de la población latina se interesa por lo que es primordial en estos tiempos de crisis y más aun, es tan poco lo que se les ofrece para que se informen que, el asunto se ha vuelto un tema casi ambiguo, pues por ser indocumentados, la mayoría cree que no puede hacer nada para tratar de impulsar un cambio a su estatus legal en los Estados Unidos. En diversos foros de Internet abundan anuncios que prometen protección a quienes estén en riesgo de deportación, pero muy poco se ha procurado la necesidad de un diálogo coloquial que acerque a los millones de "sin papeles" que consumen noticias, alertas, publicidad y propaganda, a las puertas de su realidad, a la urgencia de hacer sonar su voz como habitantes de esta nación.
Sabemos que hay más de 10 millones de residentes sin documentos legales para trabajar en los Estados Unidos, y que no todos son de origen latino o mexicano, aunque sí son mayoría, pero eso al final no nos debe de quitar el sueño, por eso el llamado a la acción: si el propio presidente Barack Obama, cuando era aspirante a la Casa Blanca, reconoció la necesidad de reajustar el estatus de todos esos millones de padres, madres, hijos, viudos, divorciados o estudiantes, para reconocerlos en una sociedad donde no tengan que esconderse más y tener la libertad de tránsito entre un país y otro, por qué nuestra propia comunidad se aisla -al elegir no estar enteramente informada- y espera con los brazos cruzados que alguien más venga y les avise de un día para otro que hagan una cita para ir a dejar sus huellas y empezar a tramitar "sus papeles".
Lo anterior no quiere decir que estos inmigrantes carezcan de empeño o entusiasmo hacia el logro de sus metas: el simple hecho de abandonar sus países de origen y adaptarse a los usos y costumbres de los Estados Unidos los convierte a cada uno en un héroe, muchos han tenido que dividir a sus familias para ganarse unos dólares y perseguir la manutención de sus seres queridos lejos de casa. Pero toda su buena voluntad y su disposición para trabajar en las fábricas, campos de cultivo, almacenes y bodegas, no es suficiente si realmente desean adaptarse e integrarse por completo a una nueva sociedad, a la que ya pertenecen desde el momento en que pagan sus impuestos en cada compra que realizan en la tienda de la esquina, o cuando van a un concesionario de automóviles: cada quien sabe lo que ha aportado a esta economía -que últimamente se ha debilitado por causas ajenas a la población común y corriente- y por saber lo que representan para el sistema socio-económico de la Unión Americana, deben asumir la responsabilidad de ejercer su derecho a la dignidad humana y a establecer una identidad permanente en el suelo donde viven y trabajan. Para eso es imperativo mantenerse informado y ser cuidadoso de la ley, porque a pesar de no tener acceso a los recursos del gobierno federal por no contar con un estatus de entera legalidad en el país, nadie se salva de que se les apliquen las normas cívicas, laborales, fiscales, de tránsito y civiles que rigen esta nación.
Sandra Velázquez es periodista, traductora y editora. Desde el 2002 ha escrito sobre deportes, música, entretenimiento y temas de actualidad. Escríbele a: svelazquez@hoydallas.com
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