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21 nov 2009

"Soy una bolsa de químicos"

CHT Lilian Tapia


Te imaginas a tu pareja, con cara de enamorado diciéndote... -¡Querida te amo con todo mi cerebro! ¿Pues no, verdad?... Por siglos, el amor ha sido el tema recurrente de poetas, músicos y trovadores para exaltar la necesidad, el gozo, o en su defecto, el sufrimiento y la agonía que provoca el tener o perder al bien amado.

Pues bien, después de ciertos descubrimientos asombrosos, hasta el más enamorado Romeo o el más celoso Otelo quedarían pasmados de saber que estas “emociones” que los hacen volar por las nubes o sentirse en el mismísimo infierno, no son otras cosas que “químicos” en nuestro cerebro y por ende, en nuestro sistema.

En estudios realizados recientemente en la Universidad Estatal de Nueva York, se ha demostrado que la dopamina y la occitocina, tienen un papel crucial en el enamoramiento; el estudio, citado en un artículo del L.A. Times, consistió en conseguir que parejas recientemente “enamoradas” y aún disfrutando de la luna de miel, observaran la foto de su bien amado. Mientras eran monitoreadas sus reacciones, las áreas del cerebro que se iluminaban eran las conocidas por tener una gran cantidad de dopamina, un químico conocido por “hacernos sentir bien”, la dopamina, amigos, es el químico clave del sistema de recompensa: se trata de una red de células asociadas al placer y a la adicción.

Otros voluntarios que tenían años de enamorados y de convivencia, pero que aún conservaban la “luna de miel” se prestaron al estudio y en su caso, no sólo se encendió en el cerebro el área de “sentirse bien”, sino que también se registró una reacción en aquellos lugares ricos en occitocina, el químico encargado de “arrullar”, de “abrazar”, es decir, es una sustancia que ayuda a las mamás a producir leche y a crear vínculos con sus bebés. Curiosamente, este químico se secreta en ambos sexos durante el orgasmo y se asocia en algunos animales con la monogamia y con uniones de largo tiempo. Por lo tanto, podemos decir, en pocas palabras, que la dopamina, tiene el rol de la excitación en el amor, mientras que la occitocina es la clave para la calma en las uniones de largo plazo.

Ya sé que no suena nada romántico decir que todas esas emociones que experimentamos en una relación no son más que químicos e impulsos eléctricos en nuestro cerebro, pero según los últimos estudios de la ciencia ¡de eso se trata!¿El conocimiento de estos datos viene a dar por terminado con el romanticismo?, con la ya pasada de moda ilusión de los caballeros rescatando doncellas, ¿será el final del día de los enamorados?... ¿o sólo nos ayudará a terminar con la complejidad del sufrimiento? O es más sencillo, saber que soy una bolsa de químicos, ¿me ayudara a terminar con actitudes que secretamente me proporcionan mi adicción química? adicción química al estrés por ejemplo, y es aquí donde entra el tercero en discordia: el cortisol, la hormona del estrés.

Ahora, si la dopamina y la occitocina tienen un papel importante en la unión y el placer, qué pasa cuando el estrés entra en acción y empiezan los problemas, pensemos… ¿saber que las emociones son sólo químicos me permitirá decidir que experiencias quiero vivir y cuáles no?, ¿dejaré de echarle la culpa a mi pareja por no hacerme sentir amada, podré de alguna manera comprender que es absurdo querer que otros amen lo que yo no apruebo en mí?, con todos estos pensamientos, para empezar, ya estás produciendo estrés.

Veamos: María Elena está en su casa esperando a David su pareja, secretamente desea una noche de amor y pasión “una noche loca”. Ha preparado su platillo favorito, se ha esmerado en los detalles, el vino, el pan recién horneado, hasta compró un nuevo modelito que ya lleva puesto bajo el sensual vestido rojo, a cada rato se revisa en el espejo, entre checar el horno y su peinado no se percata de sus pensamientos, de esas pequeñas vocecitas en su cabeza “qué gorda estoy”, “qué peinadito, parece que me exploto el boiler”, ahhh, se me salen las lonjas con este ridículo liguero, etc, etc, etc. En eso llega David, cansado, trabajado, sudado y hambriento, ni siquiera sabía de los secretos planes de María Elena, en cuanto ve la mesa servida, ni lo piensa dos veces, con un brazo la toma de la cintura con fuerza para darle un beso mientras que con la otra ya se está llevando un pedazo de pollo a la boca, el ligero le aprieta a María Elena que se acomoda el vestido y hace una pequeña mueca, él sin poner la menor atención comenta disfrutando de la cena, le dice… ¿Estás incómoda? Suficiente comentario para que ella explote… Lágrimas, gritos, recriminaciones… sí ya sé, ya sé que estoy gorda y fea, ¡no sé ni siquiera que haces aquí si piensas eso de mí!

A María Elena le vendría bien una buena dosis de occitocina, es decir, recibir un abrazo o un ligero apapacho para que se relaje, pues la presencia de la occitocina se ha vinculado con la baja secreción de cortisol, la hormona del estrés, eso y observar con detenimiento sus actitudes, que como dije están ocultando su adicción química, su necesidad de caos.

Tal vez para llegar a una conclusión contundente al respecto o para encontrar una panacea que sane estas dudas falte un buen rato, pero sé que estamos en el camino correcto y que poco a poco la ciencia se va acercando a la sabiduría antigua, que proclamaba que el amor no es una emoción… sino el pegamento que lo mantiene todo unido.
 
Lilian Tapia es una hipnoterapeuta certificada, reside en Los Angeles, California donde desde hace una década imparte cursos de crecimiento personal. Escríbele a: liliantapia@hotmail.com