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viernes, 22 de enero de 2010

BLOG | El México que ya no debe de ser


Por Sandra Velázquez

La razón de esta reflexión es simplemente una reacción al tratamiento tan indigno y desconsiderado del que es objeto, a menudo, el emigrante mexicano y latinoamericano en los Estados Unidos, a propósito de un anuncio de televisión recientemente publicado. Si empiezo por México es por la cercanía, somos los vecinos de la puerta sur e imagínese usted, la diferencia para maniobrar (sin documentos de viaje) a través de la geografía entre un campesino mexicano a uno venezolano o colombiano, la distancia es abismal, es por ello que hay más mexicanos en la Unión Americana, por la cercanía geográfica. Pero aclaro, el tema en este caso no es ése, sino la perniciosa actitud de Televisa hacia estos héroes indocumentados, una inmensa mayoría, no todos, aclarando, digo no todos son indocumentados.

Puede que la idea sea ingeniosa. Sí, es ingeniosa pero a la vez de muy mal gusto. Vestir a Landon Donovan como campesino tratando de cruzar hacia México para comprar unos "pronósticos deportivos" de la mencionada televisora es una manera muy cruel de recordar la situación de varios millones de mexicanos que han tenido que abandonar su país, obligados por las escasas oportunidades de "ganar" como el estúpido juego de palabras que usa el futbolista estadounidense en el deplorable aviso. La polémica aquí no es sólo el estereotipo del mexicano con sombrero y huaraches, esa imagen, más bien, deberíamos de aprender a valorarla y respetarla así como lo hacemos con los charros, pues ellos, la población rural, son simplemente otra expresión de nuestra gran cultura.

Lo que es inconcebible es la falta de tacto del aviso, en un año en el que el debate por legalizar el estatus de millones de indocumentados en los Estados Unidos ha tomado vuelo y lo que se pretende es unificar criterios para lograr que se legisle a favor de sus derechos, no para trivializar el drama que muchos enfrentan al salir de sus lugares de origen y abandonar a veces a la familia. ¡Ah, no! Es que los mexicanos hemos aprendido a burlarnos de nuestras desgracias, hacemos mofa hasta de la muerte. A otra con ese cuento. Lo más irónico, es que esa población, al integrarse a la vida en los Estados Unidos, jamás deja de consumir televisión mexicana y a veces, hasta pagan por suscribirse a señales de cable y satélite para seguir al tanto de lo que pasa en su país. Todo para que esos provedores les salgan con estupideces del tamaño de México.

Espero que no se me malinterprete, se lo que representa la imagen de Donovan, se de los goles con los que ha perforado el orgullo futbolero nacional, recuerdo muy bien los ataques de frustación que le ha producido a Oswaldo Sánchez, pero saben una cosa: no creo que la creatividad y el ingenio se hayan agotado al lograr vestir de "mecsicano" al susodicho futbolista. Si queremos marcar la diferencia, debemos empezar por romper con esos personajes y lugares comunes para llamar la atención del público.

Hace una década que me canso de escuchar el término "paisano" como si se tratara de mexicanos de otra categoría, diferentes a los "compatriotas" a los que se refieren los presidentes mexicanos en los discursos; y me atrevo a acudir al terreno de la linguística porque es por ahí donde empieza todo. El asunto de muchos vicios de la sociedad mexicana, sino es que de todas las sociedades, tiene como raiz la manera en que nos comunicamos.

Durante años los mexicanos, por nostalgia, orgullo o simplemente pasión desmedida, le han llenado los bolsillos a los que manejan el fútbol mexicano, a cambio de espectáculos deportivos cuestionables en los Estados Unidos: "Ah, es que el primer equipo todavía no está definido, se decidió darle descanso a algunos titulares, quisimos experimentar con nuevos elementos", los pretextos sobran y la realidad es que nunca se le da el trato que se merece al consumidor mexicano que está fuera de su país. Y vieran qué buen negocio resultan... es el mercado de la nostalgia, decíamos hace algunos años unos colegas por aquí en Dallas, ante la incredulidad de las mediocres actuaciones durante toda la década de la Selección Mexicana ante su contraparte estadounidense.

A estas alturas, ya no se le pide cariño a los directivos o encargados de organizar "ferias de fútbol" en los Estados Unidos, con un poco de respeto bastaría. Es tiempo de cambiar la triste frase de "pégame pero no me dejes" por la de "respétame aunque no me quieras". Los mexicanos que siguen al balompié en los Estados Unidos lo agradecerían y les harían un gran favor al evitarles más humillaciones, pues las que sufren en el ámbito laboral y social, se supone que deben ser sanadas por esos ratos de ocio que debiera ser el disfrutar el fútbol por la televisión. Si no ayudan, no estorben. Está bien despertar el interés con las actitudes a veces excéntricas de los deportistas, pero utlizar su personalidad para denigrar a quienes aportan para que esos "profesionales" como Donovan firmen contratos millonarios es algo completamente inaceptable. Sería prudente que revisaran su política de ética y respeto al televidente.


Sandra Velázquez es periodista, editora y traductora. Desde 2002 escribe sobre deportes, música popular y temas de actualidad. Escríbele a svelazquez@hoydallas.com