Por Lucía González
Vinagre y rosas es una combinación poco usual, nada podría ser más antagónico y a nadie se le hubiera ocurrido mezclarlas con tanto acierto como a Joaquín Sabina.
Sin noticias musicales de este cantautor desde hace algunos años, a quienes lo seguimos no nos quedó más remedio que reciclar sus metáforas y volver a cantar lo que ya le sabíamos; y con este poeta ubendese, ya se sabe, al volver a escucharlo se descubren nuevas tonalidades o mensajes ocultos, lo que desde luego siempre es disfrutable.
Pese a que la crítica no recibió su sencillo Tiramisú de limón del todo bien, basta decir que ellos ya hablaron y ahora nos toca a nosotros, a quienes de alguna manera vemos en Sabina una respuesta poética para estos tiempos. Sí, no es el único que puede darla, pero al menos uno de los más auténticos.
Puede ser que el Flaco de Ubeda haya atravesado una crisis creativa, nada más común entre los artistas, pero si así fue, ésta ya está superada y lo mejor de ello es que no tuvo que abaratar su inspiración, como la colombiana Shakira, quien de llevar los pies descalzos se convirtió en una loba bastante desesperada por la publicidad.
No le critico a Sabina sus intentos de llamar la atención de los medios con un vídeo de su primer sencillo, si a cambio me deja disfrutar de sus cristales de bohemia y me da un parte meteorológico bastante original.
Puede ser que el Flaco de Ubeda haya atravesado una crisis creativa, nada más común entre los artistas, pero si así fue, ésta ya está superada y lo mejor de ello es que no tuvo que abaratar su inspiración, como la colombiana Shakira, quien de llevar los pies descalzos se convirtió en una loba bastante desesperada por la publicidad.
No le critico a Sabina sus intentos de llamar la atención de los medios con un vídeo de su primer sencillo, si a cambio me deja disfrutar de sus cristales de bohemia y me da un parte meteorológico bastante original.
Si bien es cierto que el disco es bastante oscuro y pesimista en su presentación física, también lo es el hecho de que encontramos en él ese mismo sarcasmo que Sabina tiene en todas sus otras creaciones y una clara muestra de ello es la canción Crisis.
A mi gusto, los negritos del arroz de Vinagre y rosas son Agua pasada, uno de sus mejores y más conocidos sonetos, al que sin embargo lo metieron a la fuerza a la música y el texto agregado le quita elegancia; y la segunda es Carmela, porque francamente los arrebatos paternales de Sabina nunca han sido de mi agrado, a excepción de la del Pirata Cojo.
El disco tiene 13 canciones y un buen balance. Sabina nos trae sus ritmos de siempre, como el final, un delicioso blues que llamó del alambique, pero sobre todo el resultado de Vinagre y rosas es que nos muestra que la honestidad y la coherencia de este poeta siguen intactas, pese a lo que opinen sus críticos y tal vez pese a la felicidad de la que ahora goza y que desde luego merece.
Periodista, poeta, cuentacuentos y escritora, Lucía González ha mudado de piel y de escenarios muchas veces en su vida, pero siempre ha mantenido una constante: La literatura, así como su apodo, Lamaga, con el cual sueña ser reconocida. Escríbele a luciette2001@yahoo.com
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