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jueves, 6 de septiembre de 2012

Cómo las excusas limitan nuestras vidas

Una excusa es un motivo o pretexto que se invoca para aludir a una obligación o disculparse
Daniel Costa Lerena/HoyDallas.com

El dejar las excusas de lado, tanto las que nos inventamos a nosotros mismos o a terceros, es un paso determinante para un satisfactorio desarrollo personal. Según el diccionario de la RAE (Real Academia Española), una excusa es un motivo o pretexto que se invoca para eludir una obligación o disculpar una omisión. Se puede decir más alto aunque no más claro; en resumidas cuentas una excusa no deja de ser sólo un pretexto para eludir nuestras responsabilidades y punto.
Daniel Costa Lerena

Nada es casualidad y solo existen las causalidades; nada cae del cielo y nadie golpea nuestra puerta para darnos todo en bandeja, muy por el contrario, debemos ser nosotros quienes cojamos las riendas de nuestras vidas y determinemos el camino que queremos seguir. Equivocados o no, en nuestra elección estará nuestro camino; ello implica que deberemos eventualmente hacernos cargo de las consecuencias en un sentido u otro.

La clave precisamente para dejar de ponernos excusas es responsabilizarnos de nuestros actos y asumir las consecuencias de los mimos. El intentar justificarnos con excusas es solo éso, un intento de deslindar responsabilidades o, como se suele decir a nivel coloquial, de lavarnos las manos.

Echarle las culpas a terceros

Proyectar la culpa en los demás no es más que una forma de evadir nuestras propias responsabilidades, y vale decir, en mi opinión personal, que no deja de resultar un tanto mezquino el hacerlo. Porque una cosa es no responsabilizarnos de nuestros actos y otra muy distinta, por si fuera poco, echar culpas a los demás de lo que hacemos.

Aquí hablamos de actos, conductas y comportamientos, con lo cual de forma consciente o inconsciente es algo enteramente personal e individual. Por más culpables que busquemos para justificarnos, dioses en los que creamos, presuntos destinos marcados que generamos con nuestra mente o suertes dispares según nos convenga establecer, al final de cuentas todo termina en dónde comenzó, en nosotros mismos.

La buena o mala suerte no es más que el resultado de la concatenación de determinados hechos, los cuales están sujetos a nuestra interpretación, con lo cual queda determinado el factor subjetivo de los mismos. El destino es el resultado de nuestras propias decisiones, las cuales tomamos en nuestro pasado y condicionan nuestro presente; por lo que, si tomamos las decisiones correctas en el aquí y ahora, podremos condicionar de forma positiva nuestro futuro y así eventualmente determinarlo.

El camino de culpabilizar alguna deidad no deja de ser una excusa, pues presuntamente desde tales personas todo prácticamente queda sujeto o condicionado a la decisión de un tercero, en éste caso la deidad en particular. Aquí debemos disociarnos de nuestras creencias y volver una y otra vez al mismo punto; una cosa es tener fe en seres superiores y otra culparles de nuestros errores o malas decisiones.

La excusa como mecanismo de defensa

La excusa también se utiliza, además de una forma justificativa de nuestros actos, como una herramienta de defensa, un camino de victimización o incluso un sistema de vida. Siempre en cualquier caso es un factor altamente limitador a nuestros intereses en todo sentido; el cual por otro lado nos determina como cierto tipo de personas ante los demás y con ello nuestra imagen se verá perjudicada.

El principio de victimización, tal y como se suele aplicar a nivel popular, dista mucho del real significado del mismo. Por tanto, víctimas en realidad a muy pocas, ahora, si nos encontramos con personas que de un modo u otro se han auto colocado en tales situaciones negativas o perjudiciales para ellos. En definitiva, pagan el precio de sus decisiones equivocadas o no haberlas tomado, porque insisto, tanto por acción como por omisión se incurre en la acción.

Los cambios radicales suelen traer consigo consecuencias en consonancia, no podemos pretender ni ser injustos con nosotros mismos intentado cambiar o modificar nuestras vidas de un día para el otro. Si llegamos a un punto a través de un proceso, podemos revertir éste con otro, simplemente estableciendo un proceso inverso o incluso uno que nos lleve en otras direcciones.

Analizar, estructurar y establecer estrategias es lo que procede; no hay misterio alguno aunque si es menester poner todo de nuestra parte, principalmente voluntad. Ahí encontramos precisamente la clave diferencial, lo que en definitiva hace la diferencia entre un resultado u otro, la voluntad. Las ganas de establecer procesos de cambio basados y atendiendo desde nuestras propias necesidades es determinante.

Recomendaciones para evitar las excusas

Antes de nada es menester comenzar a conocernos en el cómo procesamos internamente y, particularmente, hasta qué punto las excuas interfieren en nuestro crecimiento personal y nos limitan. Para auto analizarnos en cómo utilizamos las excusas en nuestras vidas, procede antes de nada definirlas como tal, para con ello pasar al nivel de cuestionarnos porqué recurrimos a ellas y para qué.

Un ejercicio más que interesante y en extremo practico, es analizar cuándo recurrimos a las excusas, para así determinar no solo un marco temporal, también desde qué necesidad parte la misma. Desde luego a quedado claro que una excusa es la evasión de una responsabilidad, lo que os propongo es ir más allá y valorar las mismas desde nuestras necesidades particulares.

Por otro lado, el asumir nuestras responsabilidades y los eventuales errores que podamos cometer, en modo alguno nos perjudican y muy por el contrario nos ayudan en nuestro crecimiento personal. Nos mostramos ante los demás como personas no  solo responsables, también como seres humanos falibles y capaces de asumir nuestros actos de forma madura; en definitiva personas dignas de ser respetadas.

Una de las claves de ganarnos el respeto de nuestro entorno es precisamente asumir nuestras responsabilidades; ante el error asumirlo con naturalidad y si las circunstancias lo ameritan pedir disculpas. El equivocarnos y errar no solo es parte de nuestra vidas, es un derecho humano; como también tenemos obligaciones adquiridas precisamente por gozar de tales derechos, debemos también asumir en consecuencia nuestros actos y, eventualmente, responder por ellos. Para exigir el respeto de los demás debemos por comenzar a respetarnos nosotros mismos, no jugar al auto engaño recurriendo excusas pueriles y así esteremos en condiciones de ser dignos del respeto ajeno.

El asumir nuestras responsabilidades y con ello el evitar utilizar excusas, es algo que se aprende; un elemento el cual se debe transmitir como un valor al individuo en las primeras fases de su desarrollo psicosexual, con lo cual queda determinado el rol fundamental del ejercicio de una paternidad responsable en tal sentido. Aquí el rol de los progenitores o responsables de la educación del niño es protagónico; no podemos pretender que un individuo adquiera ciertas habilidades y valores en sus primeras etapas de su desarrollo de forma autónoma, pues de interpretarlo así corremos el riesgo de que éste adquiera los mismos como consecuencia de su exposición a agentes condicionadores negativos de terceros.

Las excusas en definitiva no solo son un  factor altamente limitador en nuestras vidas, se transforman en en elemento potencialmente peligroso para nuestro desarrollo y dificultan en grado sumo un satisfactorio crecimiento personal.


Daniel Costa Lerena: www.costalerena.com