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sábado, 21 de marzo de 2015

“Sobrevivimos porque ya no cupimos en las patrullas”, estudiante de Ayotzinapa

SANDRA VELÁZQUEZ/HOY DALLAS

Los hechos que ocurrieron ante sus ojos la noche del 26 de septiembre pasado en la comunidad rural de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, en el suroeste de México siguen siendo inexplicables, en su mayor parte, para Omar García.

"No venimos a trasladar nuestro dolor de allá hacia acá", aclara en tono defensivo el estudiante normalista, vocero de la Caravana de los 43 que llegó a Dallas el viernes 20 de marzo, "ni a ponerlos meláncólicos, más bien a preocuparlos y a tratar de que incidan de cierta manera en la transformación del país.

“Está de la fregada, ¿no? Ya está por demás decirlo, el 26 de septiembre (2014) se demostró en su máxima expresión lo que ha estado ocurriendo casi todos los días en México y que todos ignorábamos o nos hacíamos tontos. Realmente la situación del país está viviéndose así desde hace más de 10 años.

“Sabíamos que había asesinatos, sabíamos que había fosas clandestinas, feminicidos, violaciones a los derechos humanos. Nomás que pareciera que nos fueron acostumbrando a no decir nada, porque el terror que eso infunde, pues es mucho”, explica a HOY Dallas, tras un inicio renuente.

García está en la ciudad acompañando a un contingente de madres que recorren Estados Unidos para llamar la atención del caso de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal  Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa ocurrida el año pasado.  

"Cualquiera, por lo menos, de los 150 mil mexicanos que han visto por lo menos el cuerpo de su familiar y lo han enterrado, puede resignarse a que ya lo perdieron, pero una madre y un padre que tiene a su hijo desaparecido, no. Con todo respeto, un compañero me preguntó qué cómo veo a Dallas, Texas, a Austin... y se los decimos claro, a nosotros nos vale m.... todo eso. Lo que nos importa es la gente que está aquí, la gente que es capaz de sentir todavía un poco de solidaridad, que no ha perdido esa humanidad. vamos por las carreteras, ni siquiera se nos ocurre voltear a ver un edificio bonito".

Parece que le queda poca paciencia, pero accede a seguir con el diálogo el viernes por la noche en un salón de fiestas en el sur de Dallas.

“A nuestros 43 compañeros estudiantes se los llevó el Gobierno. A nosotros que no nos den atole con el dedo. Hay organismos internacionales que respaldan nuestra versión de que es una desaparición forzada. Los únicos que no lo admiten son el Estado. Y estamos cansados, ya no podemos tolerar más al Gobierno. Han pasado casi 6 meses”.

DAÑO PSICOLÓGICO

“Ya basta de tanta indiferencia. Allá a las familias a las que les mandan dinero están viendo todo esto. Estamos ante una situación de no solamente daños colaterales o directos a las personas, también de un daño sicológico permanente en la gente, un miedo. No es posible vivir en una sociedad que infunde miedo”, advierte en su apasionada exposición.

"SOY UN SOBREVIVIENTE"

Sobre lo ocurrido en septiembre, García comparte cómo las circunstancias evitaron que también él fuera parte de los estudiantes desaparecidos.

“En primer lugar, no soy el único sobreviviente. Hay más de 50 sobrevivientes de esa noche. Sobrevivimos porque ya no cupimos en las patrullas en las cuales se llevaron a los compañeros, o porque no nos alcanzó una bala. Por eso sobrevivimos, no por otra cosa.

“La policía disparó contra los compañeros, disparó contra nuestros autobuses. Destrozó vidrios. Nos persiguió por toda la ciudad de Iguala. Nos interceptaron y finalmente ahí nos pararon, nos sometieron y se llevaron a la mayoría de los compañeros. Después vinieron nuevamente, dispararon y asesinaron a otros tres. Después fueron y asesinaron a otras personas en otro autobús, o sea que esa noche no terminaba y para colmo luego llega el Ejército y te viene a agredir”.

Hace una pausa y añade que, “fue una noche en la cual vimos la represión en su expresión máxima”.

“NO ESTÁBAMOS PROTESTANDO ESA NOCHE”

“Mucha gente dice que nos lo merecíamos por revoltosos, pero nosotros hemos visto que en otros países y aún en el nuestro que para dispersar las manifestaciones se utilizan protocolos, por eso hay antimotines. Y, para que la gente lo sepa, esa noche no estábamos protestando.

“No había una protesta, no había nada de conflicto entre la escuela y las autoridades educativas. No había nada. En verdad, es una masacre indiscriminada sin motivo alguno”.

¿Cuál es el retrato que tienes de esa noche, cómo la evocas?

“De incertidumbre total. De incomprensión total porque no sabíamos ni por qué. Les gritábamos venimos desarmados, somos estudiantes y ellos seguían disparando.

“Estaba nuestro compañero ya tendido en el suelo, ya herido en la cabeza y le gritábamos que necesitábamos una ambulancia y ellos no dejában que nos acercáramos a donde él estaba. Es una noche tremenda, terrible, en la cual no encontramos ayuda de ninguna parte. Los vecinos sí nos decían 'corran muchachos', pero luego venían los militares, les pedías ayuda, y te volvían a agredir. ¿Oye entonces a quién le pides ayuda realmente?

“Viene el Ministerio Público, viene las ambulancias, no las dejan pasar, realmente estás en una situación en la cual, pues no sabes ni qué está pasando ni por qué.

“Vienen con la versión de que nos confundieron. ¡Cabrón! ¿A cuántos no han confundido en México? Cuántos muertos hay por confusión. Creo que ya debemos llevar un membrete ahí, un distintivo para decir yo no soy narco, yo sí soy narco. O yo soy político, yo no soy político, no sé”.

¿Ustedes planeaban ir a México por el 2 de octubre?

"Claro que lo planéabamos. Nosotros todos los años asistimos. Eso no lo hemos negado en ninguna parte. Y tampoco vamos a olvidar la masacre del ’68".

La escuela de ustedes tiene esa fama, esa tradición de ser muy rebelde, de mucha conciencia, digamos

“No es que digamos, somos concientes de la realidad, estudiamos para maestros rurales. Y nuestra escuela viene desde 1926 con un proyecto educativo de construcción del estado-nación al estilo revolucionario. Nosotros no olvidamos a Lázaro Cárdenas y la educación socialista. A la educación para el pueblo, a la alfabetización de los campesinos. La reforma agraria, la expropiación petrolera, eso que olvidaron los políticos.

“Somos maestros con conciencia social que al llegar a la escuela no nada más nos limitamos al aula de cuatro paredes.

“Nos inmiscuimos en los problemas, y no es que nos quiéramos (sic) inmiscuir. El padre de familia viene ‘oiga maestro, que necesito que me ayude a hacer este oficio de petición al municipio’. Tienes qué hacerlo. ‘Oiga maestro, que mi hijo está enfermo, qué le doy’. No, pues dele un paracetamol, dele esto.

O sea, va más allá del libro, de la teoría…

“Exactamente. ¿Por qué?, porque en las comunidades rurales hacen falta médicos, hacen falta… hasta de cura la andamos haciendo a veces”.

¿Son mediadores en muchas áreas?

“Exactamente, esa es la función de las normales rurales. El gobierno dice, es que ya no se necesitan las Normales rurales, sus analistas dicen. ‘Bueno, es que en 1930 eran necesarias porque había un 80 por ciento de campesinos y el 20 por ciento vivía en las ciudades’. Y ahora es al revés, dicen, ahora el 80 por ciento de la población está en las ciudades y el 20 por ciento solamente es campesino. ¿Saben cuánto es ese 20 por ciento de campesinos por lo menos? Son millones, son millones. ¿Saben cuántos estudiantes tienen las normales rurales a nivel nacional? 7 mil estudiantes en 17 escuelas normales rurales.

“¿A poco esos 7 mil alcanzan para cubrir a ese 20 por ciento?, claro que no.

"Tenemos una función indispensable, los niños se quedan sin estudiar la primaria, secundaria, se meten al narcotráfico, se vienen a trabajar a las ciudades, mal pagados. Se vienen a los Estados Unidos para ser maltratados y mal pagados".

Cármelo Sánchez Nájera del grupo Unidos por Tlapehuala, quien acudió al Salón Cancún al evento, resume en pocas palabras la inquietud de la Caravana: “Mientras los padres de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa no tengan la certeza de lo que pasó con sus hijos, la lucha no va a parar”.

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